
Damos la bienvenida a la derrota y a ese sentimiento que no consolida nuestra adaptación.
La necesidad de sentirnos libres a veces es tan potente que lanzamos gritos desesperados por volar mas allá, por alcanzar una meta que se muestra tan inaccesible como nuestra mente quiere suscitarnos.
Pero los gritos nunca superarán a los actos. Estos son lo únicos que pueden mantenernos a flote.
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