En determinadas ocasiones cuesta trabajo creer que todo va a mejorar ; en esos instantes pensamos que lo que hoy sentimos se quedará con nosotros para siempre; que jamás lograremos corregir lo que se ha torcido en nuestro camino.
No estamos estancados, no queremos que esto ocurra nunca , pero a veces lo que tenemos entre manos, lo poco que creemos tener; nos incita a esto. Es una falsa creencia; una distorsión momentánea causada por la frustración. Porque potencialmente lo tenemos todo, todo esta con nosotros y lo ignoramos.
Lo contrario ocurre cuando nos encontramos satisfechos; cuando encontramos la paz con nosotros mismos; todo es tan sumamente agradable... y aunque no tengamos nada, no estemos viviendo el momento más fructuoso de nuestras pequeñas vidas; las mínimas banalidades de nuestro día esbozan una sonrisa en nuestro rostro: el sabor de un café y un croissant tostado por las mañanas, el chiste menos inteligente que hayamos oído por la radio; cosas como estas nos empujan a seguir respirando con alivio nuestro día.
Todo ello está con nosotros durante la frustración; pero nuestro estado anímico no le da ninguna coherencia, todo cobra un tono grisáceo y produce en nosotros el efecto contrario al descrito anteriormente. Pero no es más que inconformismo con nuestra situación; inconformismo que acabará por agotarnos... porque nada cambiará en instantes ni en mañanas . Por esta razón en nuestras manos queda la decisión que consideremos acertada: agotarnos y echar todo a perder o aceptar la tormenta aprendiendo a obviarla para minimizarla y ver con mas claridad que es lo que queremos de nosotros mismos.
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